miércoles, 21 de julio de 2010

Prácticas para ser independientes.

Jóvenes con síndrome de Down conviven en un piso para aprender a desenvolverse solos

Trabajan, se dividen las tareas de la casa y comparten momentos de ocio mientras ponen a prueba sus habilidades sociales.


21.07.10 - 01:55 - AMANDA SALAZAR asalazar@diariosur.es | MÁLAGA.

Son las nueve de la noche y a Cristina Rosell le toca hoy a hacer la cena. El menú del día puede leerse en la nevera, colgando de un imán: filete de pollo con salsa de nata. Mientras, Carlos J. Aragón prepara la mesa y Esther Rodríguez ayuda a la chef en la cocina. Luego, se sientan todos juntos a probar el plato favorito de Cristina antes de ver una película en la televisión.
Hasta aquí, podría ser la historia de cualquier piso compartido de jóvenes si no fuera porque Cristina y Carlos tienen síndrome de Down y su convivencia en la casa con Esther, que ejerce de mediadora, forma parte de su aprendizaje para conseguir una vida más autónoma. La Asociación Down de Málaga promueve esta experiencia que empezó hace un año en la provincia dentro de la Red de Escuelas de Vida y que tiene como objetivo aumentar la independencia de los chicos para que sean capaces de tomar decisiones por ellos mismos.
«Actualmente tenemos sólo un piso en el que conviven tres jóvenes con síndrome de Down de entre 21 y 35 años de edad y dos mediadoras, pero en septiembre abriremos una nueva vivienda para atender a otros tres jóvenes», indica Mari Carmen Salado, coordinadora técnica de la iniciativa Vivienda Compartida.
Cinco días
Los chicos viven en la vivienda cinco días a la semana. Los fines de semana se van con sus padres. El domingo por la tarde, cuando vuelven al piso, realizan el reparto de tareas de la semana como limpiar, lavar la ropa, tender, planchar, cocinar, lavar los platos o hacer la compra. Cuentan con un presupuesto que tienen que administrar para llegar a fin de mes.
En la casa, cada uno tiene su ocupación. Cristina trabaja en el registro de la propiedad. «Hago fotocopias y archivo los documentos desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde», indica. Carlos es el más madrugador. Para entrar a las ocho de la mañana a su puesto de trabajo como reponedor en la sección de 'running' en Decathlon, tiene que coger el primer autobús a las seis y media de la mañana. Luego, toma otro en el Centro para ir a Guadalmar. Aunque no es obligatorio que trabajen para entrar en el programa, es una forma de que se responsabilicen. Son ellos mismos con su sueldo los que pagan el piso, igual que cualquier otro joven.
Esther estudia por las tardes Educación Social. Aunque ahora está de vacaciones, así que tiene más tiempo para organizar excursiones. «El otro día nos fuimos de rebajas y también nos gusta mucho irnos de picnic a la playa; Carlos y yo hacemos bocadillos, recogemos a Cristina a la salida del trabajo y pasamos la tarde junto al mar», indica. Los mediadores son estudiantes de ramas sociales que se implican como voluntarios en el proyecto. «Vamos a las facultades y explicamos la iniciativa para hacer una captación; luego, hacemos una evaluación psicopedagógica para medir su estabilidad emocional porque van a ser los referentes de los chicos con Down y debemos estar seguros de que soportarán momentos de presión, que tienen paciencia y predisposición», indica Mari Carmen Salado. Aunque para los mediadores también se trata de un privilegio. ¿Qué otro estudiante puede hacer prácticas las 24 horas y de una forma tan directa de la profesión a la que quiere dedicar?
Aunque no todo es hacer las tareas de la casa. Cristina, Carlos y Esther comparten también momentos de diversión. «Esther y yo vamos a pasear en bici este verano», asegura Cristina, que muchas veces sale de marcha con ella.
Al final de su estancia, que durará una media de dos años, los jóvenes habrán aprendido todo para poder decidir su futuro. Si quieren, volverán a casa con sus padres; si no, podrán irse a vivir con otros jóvenes o con su pareja, aunque ya sin la intervención de mediadores. «Lo importante es que puedan decidirlo ellos mismos», afirma Salado. Una cosa está clara. Después de tanto tiempo juntos, Cristina, Carlos y Esther ya no son sólo compañeros, se han convertido en amigos.

http://www.diariosur.es/v/20100721/malaga/practicas-para-independientes-20100721.html

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